- “La realidad es muy distinta a la nuestra” expresa la hermana.
La hermana Rosy Carvajal Álvarez es una religiosa costarricense, misionera clarisa del Santísimo Sacramento, que desde el año pasado sirve en Japón por segunda vez en su vida consagrada, pues estuvo allá también hace 10 años. En un país de mayoría budista y con altos flujos migratorios.
Desde aprender el idioma hasta adaptar a la cultura japonesa nuevas formas de evangelización, todos los días pone en práctica una frase de su madre fundadora María Inés Teresa Arias, cuando recordaba que la misión es sobre todo oración y sacrificio.
Atiende grupos de oración, de jóvenes y de atención a migrantes, sobre todo los de habla hispana, provenientes de países como Perú, Colombia y Bolivia.
“Estoy de misión en una residencia para jóvenes universitarias, no todas son creyentes, pero es muy hermoso poder atenderlas, hablarles, escucharlas y preocuparse por ellas”, afirma.
Sobre el idioma, explica que hay de otra que estudiarlo, pero poco a poco va aprendiendo. “El hecho de poder darse a entender es muy bonito. Entre más lo aprendamos más útil será para poder evangelizar” asegura la religiosa.
En Japón los cristianos son minoría, por eso la misión es persona a persona, en el compartir cotidiano. “Aquí lo que tenemos presente es el precio de un alma, un alma vale la Sangre de Cristo, si yo pretendo evangelizar todo Japón me frustro, porque a mucha gente no le interesa la fe, pero hay otra a la que sí, entonces es poner la mirada en Dios y recordar que un alma lo vale todo”, asegura.
La realidad es muy distinta a la nuestra, pues las parroquias reciben muy pocos fieles, todo el tiempo es absorbido por el trabajo y las distancias son enormes: “Se evangeliza sobre todo con el testimonio, y como es una Iglesia en salida, trabajamos en cuatro kinders y mientras evangelizamos a los niños también lo hacemos con la familia. Muchos se han bautizado, pero en todos sembramos la semillita de la fe en su corazón”, relata.
El trabajo en las residencias para jóvenes universitarias la Hna. Rosy lo describe como un cúmulo de pequeños servicios.
A pesar de que no todas las jóvenes comparten la misma fe, una vez al mes les dan clases de religión.
“Todo lo que podamos hacer para evangelizar lo hacemos”, concluye la Hermana Rosy. Incluso a través de las cartas que reciben, pues siempre que las responden incluyen comentarios de fe y citas bíblicas para que, poco a poco, las personas se acerquen a Cristo.