Este 22 de febrero, a las 10:00 a.m., Monseñor José Manuel Garita Herrera, obispo de la Diócesis de Ciudad Quesada, presidió la Eucaristía, en el templo de Catedral de Ciudad Quesada, con motivo del Miércoles de Ceniza, día en que se marca el inicio del Tiempo de Cuaresma.
En su homilía, Mons. Garita reflexionó sobre la Cuaresma, como un periodo de “gracia y salvación”, un camino de peregrinación espiritual hacia la Pascua del Señor, de penitencia y conversión; y, aún más allá, de ayudar al hermano en necesidad.
Mons. Garita recordó a los fieles, que Cuaresma, nos viene a enseñar el camino de Jesús en el desierto de Israel, hacia la tierra prometida y hacia el anuncio del Reino de los cielos.
En su mensaje, el prelado nos exhorta, como cada año, a “revisar y renovar nuestra historia personal, comunitaria y eclesial”. Asimismo, a no considerar el Tiempo de Cuaresma como “triste” u “oscuro”, sino de “esperanza” y “confianza”.
La imposición de la ceniza en este día, según recordó el pastor diocesano de Ciudad Quesada, es un signo de arrepentimiento y conversión, especialmente a través de la caridad, el bien y la solidaridad.
“Pasamos del hombre viejo al hombre nuevo redimido y resucitado en Cristo; lavado, purificado e iluminado por la gracia de Aquel que asumió la pasión y la muerte para hacernos entrar en la resurrección. El camino de la Cuaresma nos traza como meta y punto de llegada la Pascua. La conversión y la penitencia son camino para llegar al ideal de novedad pascual”, expresó.
En su homilía, también repasó la historia del Profeta Joel, como ejemplo de conversión, cuando Jesús llamó al pueblo de Israel a la penitencia: “vuélvanse a mí de todo corazón”.
Además, como al apóstol Pablo, en la lectura de Corintios, el obispo reflexionó en la necesidad de dejarse reconciliar con Dios.
“Este es el gran objetivo de la Cuaresma, esta es la gracia que nos ofrece este tiempo favorable, este día de la salvación. Aprovechemos, vivamos intensamente este tiempo especial y extraordinario, no echemos en saco roto la gracia de Dios, como nos recuerda el mismo apóstol. Reconciliar es sinónimo de volver a la conciliación, a la armonía, al orden, al equilibrio interno”, dijo.
“Si somos francos, humildes y sensatos, tenemos mucho que reconciliar, arreglar y ordenar con Dios, con los demás y con nosotros mismos…”, añadió Mons. Garita.
Por otra parte, enmarcó que el Evangelio de San Mateo, “nos hace ver que la conversión y la reconciliación deben producir en nosotros un cambio interior y efectivo”, es decir, desde la mentalidad, cambiar las conductas de la vida tomando en cuenta la limosna, la oración y el ayuno.
Como parte de su homilía, nuestro obispo recalcó que “el pecado y el egoísmo, nos cierran y repliegan; mientras que, el amor renovado y convertido, nos abre a Dios y a los demás”.
El camino hacia la Pascua es claro, a la conversión, a ser humildes, a perdonar, a convertirnos en personas nuevas y ayudar al prójimo de corazón.