Este viernes 27 de marzo, al ser las 11:00 a.m. en Costa Rica, el Papa Francisco realizó la bendición “Urbi et Orbi”, la bendición a la ciudad y al mundo, ante la plaza de San Pedro completamente vacía.
Se trató de un momento extraordinario de oración ante la Pandemia por COVID-19 que cubre al mundo, y en donde concedió a los fieles el perdón a través de la indulgencia plenaria.
“Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que los discípulos del Evangelio nos sorprendió una tormenta. En esta tormenta estamos todos”, expresó el Santo Padre durante su mensaje.
Monseñor José Manuel Garita Herrera, Obispo de Ciudad Quesada, se refirió a la bendición del Santo Padre enumerando que: «ha sido una oración que no solamente ha congregado a la Iglesia Católica, que está bajo la guía Pastoral del Papa Francisco, sino al mundo entero”.
Durante la bendición extraordinaria en respuesta a la enfermedad mundial, el Papa Francisco motivó a los fieles a escuchar el anuncio del Señor y a revivir la esperanza en tiempos difíciles.
El Santo Padre pidió intercesión de la Virgen María para que interceda en la bendición del Señor por el mundo entero, por la salud de los cuerpos y de los corazones.
Comparó cómo nos enfrentamos a la pandemia del COVID-19 con la angustia que vivieron los discípulos del Señor en la barca, en medio de la tempestad.
Monseñor Garita nos recordó que a través de la indulgencia plenaria se muestra el amor, maternidad, cercanía, misericordia y perdón del Señor a través de la Santa Iglesia al mundo entero. “Es un momento de repensar en nuestra relación con Dios”, dijo.
Francisco destacó que se han quedado de lado estereotipos y nos hemos ayudado los unos a los otros.
“No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”, expresó.
El Papa Francisco mencionó que el Señor nos llama a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección, de todo aquello que verdaderamente vale, lo que sucede y para dejar de lado lo superficial, lo que nos apremia y sobre todo volver al camino que conduce al Señor.
Añadió que en medio del sufrimiento se mide el valor de los pueblos y se vive una verdadera oración sacerdotal a través de pequeñas acciones para combatir la crisis y de todas aquellas personas que oran por el bien de los demás.
“Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil Señor y tenemos miedo”, concluyó con eco su bendición el Santo Padre.